Carlos Ghosn ha pasado a ser un personaje de ficción. Un hombre salido de una novela de aventuras o de una película de suspenso. Ha pasado de ser el empresario más exitoso de la Nissan a un fugitivo que libró las medidas cautelares más rígidas del sistema judicial japonés.

Su historia es una cantera  en ebullición para la publicación de cómics, historietas de todo tipo, rumores y fragmentos de una realidad evanescente.

Hace apenas un par de años, Ghosn logró que tres firmas rivales -Renault, Nissan y Mitsubishi- fueran capaces de ahorrar 5,700 millones de euros gracias a su alianza conjunta. Sin embargo, este personaje fue detenido en noviembre del año pasado acusado de cometer fraudes fiscales y de malversación de fondos. Su escape fue un caldo de cultivo para una ficción. Aunque las fuentes no han sido confirmadas, se trató de una fuga arreglada por un exmilitar norteamericano y un combatiente de las Fuerzas Libanesas, que ayudaron a Ghosn a salir caminando de su casa, aún bajo estrictas medidas de vigilancia. Escoltado por un grupo de músicos, se metió en una caja de piano con orificios para permitir su respiración, llegó hasta Osaka y voló en un jet privado hasta Turquía. De ahí se subió a una avioneta para llegar a Beirut, cruzó la aduana con un pasaporte francés y una credencial de identidad libanesa, e inició su vida en libertad.

Netflix lo está buscando para llevar su gran escape a la pantalla chica, pero el empresario se ha negado reiteradamente.