Julian Asange, el amado y odiado creador de WikiLeaks, ha quedado libre de toda sospecha. Como se sabe, gracias a una denuncia por acoso sexual presentada por un par de damas en Suecia, Asange ha vivido recluido en la embajada de Ecuador en Londres desde 2012, temiendo que al salir lo extraditen a Estados Unidos y ahí termine sus días en una prisión de alto riesgo. Pero ahora la principal denunciante -identificada como Marianne Ny- decidió dar por terminada la investigación y suspender la demanda, con lo cual Asange podría salir a pasear por Hyde Park.
Pero no vayamos tan de prisa.
La poderosa firma WikiLeaks, creada por Asange mucho antes de que los piratas cibernéticos de WannaCry descompusieran el mundo, declaró al saber la noticia que el Reino Unido no ha confirmado ni negado la existencia de una solicitud de extradición por parte de Estados Unidos, lo cual los pone en alerta. Por su parte, la Policía Metropolitana dijo que Asange puede ser arrestado por el cargo de evadir la justicia al no presentarse a juicio en 2012, y que su destino podría ser salir de la embajada para ingresar a la cárcel.
Su abogado E. Samuelsson declaró en Suecia que se trata de un triunfo. Con la falta de cargos, se hizo justicia.
El mundo que ahora ve Julian Asange, con ojos libres, ha cambiado mucho desde que buscó asilo en la embajada ecuatoriana. Ahora las revelaciones de WikiLeaks parecen juegos de niños. En su juventud, Asange fantaseaba con meterse sin permiso a los sistemas informáticos de las agencias de seguridad. Ya de adulto lo hizo, y con sus revelaciones sobre las atrocidades de la guerra de Irak y las torturas en Guantánamo se ganó la admiración de los jóvenes y el aborrecimiento de los políticos. Pero hoy en día los hackers se han modernizado. Ya no revelan secretos de la Agencia Nacional de Seguridad o las fechorías de la CIA. Ahora se meten a entorpecer el funcionamiento de los hospitales del Reino Unido, las universidades chinas y el Ministerio del Interior de Rusia.
Hoy los hackers ya no buscan el sensacionalismo de la nota ni los desenmascaramientos políticos. Hoy simplemente quieren dinero. Y para ello recurren al secuestro, el encriptamiento momentáneo de información y los rescates en bitcoins.
Tal vez Asange, al descubrir el mundo que engendró con sus escarceos, termine sus aventuras con pena y sin gloria.