Jeff Bezos asombra al mundo. En un tiempo récord, ha acumulado arriba de 160 mil millones de dólares, dejando atrás a sus rivales en la tecnología digital, como Bill Gates de Microsoft y Marck Zuckerberg de Facebook. Atrás quedaron también, en la lista de los multimillonarios del orbe, Amancio Ortega de las tiendas españolas Zara y Carlos Slim de Telmex. El nuevo emporio financiero del mundo -propiedad de Jeff Bezos- se llama Amazon, la tienda digital capaz de enviar pizzas volando en drones, convertir a los clientes en distribuidores y poner a la música, la literatura, el calzado, la ropa y la comida al alcance de todos los consumidores con solo apretar un click.
Bezos está cerca de acumular una fortuna en términos relativos a la de Nelson Rockefeller, que llegó a tener el 2% del Producto Interno Bruto de Estados Unidos. Si Bezos duplica su fortuna en poco tiempo -algo no muy lejano- habrá alcanzado las proporciones históricas de Rockefeller. Ante tal riqueza acumulada, y llevando a sus espaldas la pesada carga de un mundo miserable, Bezos se ha lanzado sin malla de protección al mundo fácil de la filantropía.
El pasado 13 de septiembre, un año después de pedirles a sus seguidores de Twitter que sugirieran ideas para mejorar el mundo, Bezos anunció la donación de 2 mil millones de dólares a una nueva fundación para construir viviendas en las comunidades pobres de los países atrasados y mejorar la educación preescolar. La donación es una pequeña parte de la riqueza total de Bezos, pero el nombre de la fundación -Bezos Day 1 Fund-, sugiere que habrá muchas donaciones más en el futuro.
Con su desplante filantrópico, Bezos se une a la larga lista de millonarios que buscan lavar sus culpas regalando dinero a los pobres. Sin embargo, lo que habría que arreglar es el sistema, que resulta un surtidor de injusticias. Gracias a la globalización de la era digital, el abaratamiento de los costos de los servicios, la multiplicación de los consumidores y la especulación de las bolsas de valores, los nuevos reyes del universo se llaman Microsoft, Amazon, Facebook, Apple, Twitter, Instagram y Google. Abajo han quedado marcas señoriales como CocaCola, Sears, Ford, J.P Morgan y Johnson & Johnson.
La riqueza centellante de Bezos no solo es producto de su propio ingenio. También es el resultado de una concatenación de fuerzas que le dan forma a la pujante economía global. Ante ella, todos los esfuerzos proteccionistas de Donald Trump caerán en el vacío. Pero el modelo de la desigualdad seguirá imperando. El ejemplo de Amazon es revelador. Es una empresa que contrata a cientos de miles de trabajadores en los almacenes que posee alrededor del mundo. Y todos ellos ganan en promedio 15 dólares por cada hora de trabajo. Nada mal si lo comparamos con la miseria que representa el salario mínimo de México. Pero nada bien si lo comparamos con los 107 millones de dólares que gana Bezos cada día sin hacer prácticamente nada.
Y lo peor es que, si reducir las brechas salariales es una tarea titánica al interior de los países, no hay poder que regule ese tema en la economía digital mundial.