No solo algunos republicanos piensan que la elección del próximo martes 3 de noviembre será fraudulenta. Muchos demócratas sostienen que Donald Trump se robará la elección, que utilizará todo tipo de artimañas para quedarse en la Casa Blanca, y que la pandemia del coronavirus, lejos de condenarlo como el culpable por no hacer nada al respecto, servirá de sostén para mantenerlo en el poder.
La crisis se iniciaría -según el demócrata Mark Pocan de Wisconsin-, la noche de la elección, cuando el caos reinante impida conocer al ganador. Habrá un alud de declaraciones encontradas, las autoridades no podrán definir a ciencia cierta cuáles votos se contarán y cuáles no, y el tiempo se prolongará todo lo que la Constitución pueda aguantar. El voto por correo añadirá complicaciones, porque se deberán abrir sobres y corroborar firmas. Pasarán horas, días, semanas y meses con el país hundido en la incertidumbre. A estas alturas, sólo el 22%, de la población -según una encuesta de Yahoo-, piensa que las elecciones serán libres y justas. La gran mayoría piensa que serán fraudulentas.
Si eso sucede -y es muy probable que suceda-, el triunfo será de quien grite más y más fuerte. La razón y la ley serán superadas. El resultado será impredecible.