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El plan de Putin

Para Vladimir Putin, nuevo zar de todas las Rusias, la guerra de Ucrania está ganada. Su cálculo está tomado de las estrategias guerreras de tiempo atrás. Quien pega primero no solo pega dos veces, sino que vence en la batalla.

Y sus ambiciones pueden ser relativamente modestas. Al no haber logrado avanzar mucho en el territorio ucraniano desde los primeros días de la guerra, Rusia redujo con rapidez sus metas y renunció a la idea de tomar Kiev. El objetivo actual, más realista, parece ser el control de las regiones de Donetsk y Luhansk —que el Kremlin cree que será posible lograr en cuestión de tiempo-, y del corredor terrestre que asegurará el acceso a Crimea.

Putin parece creer que el tiempo le favorece. Es sencillo ver el por qué. El apoyo militar occidental ha mostrado de antemano sus limitaciones, mientras que Washington ha dado señales de que no está dispuesto a arriesgarse a incitar la ira de Putin. Las amenazas de Rusia de recurrir a las armas nucleares parecen haber sido escuchadas: Occidente no intervendrá directamente ni ayudará a Ucrania hasta el punto que lleve a la derrota militar rusa. En este momento, a pesar de las declaraciones que indican lo contario, la creencia generalizada en Occidente es que Ucrania no podrá recuperar las áreas ocupadas por las tropas rusas. El Kremlin cree que tarde o temprano los países occidentales tendrán que aceptar esta idea. Entonces, el este de Ucrania estará bajo control ruso de manera efectiva.

Un objetivo distinto parece centrarse en obligar a Kiev a capitular. No se trata de los territorios ocupados; se trata del futuro del territorio que queda de Ucrania, algo que tiene mucha más importancia geopolítica. En la práctica, la capitulación significaría que Kiev acepta las demandas rusas en todos los frentes. Eso implicaría rechazar el apoyo a los héroes nacionales, cambiar el nombre de las calles, reescribir los libros de historia y garantizar a la población de habla rusa una posición dominante en la educación y la cultura. El objetivo, en pocas palabras, será negarle a Ucrania el derecho de construir su propia nación. El gobierno sería reemplazado, las élites purgadas y la cooperación con Occidente abolida.

En uno o dos años, momento en el que el Kremlin espera que Ucrania esté agotada por la guerra, incapaz de funcionar con normalidad y profundamente desmoralizada, madurarán las condiciones para la capitulación. En esa etapa, el cálculo del Kremlin parece ser que la élite se dividirá y se organizará una oposición a favor de la paz para derrocar al gobierno de Volodímir Zelenski, con la intención de poner fin a la guerra. 

No habría necesidad de que Rusia capture Kiev militarmente; caería por sí solo. Al parecer, Putin no ve nada que pueda evitarlo.

Putin podrá ser una sátrapa; pero sin duda es un dictador con inteligencia.

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