Juan Villoro es uno de nuestros mejores escritores. Sus artículos semanales son finos, cáusticos, divertidos, profundos y contundentes. Es un hombre de una simpatía natural y una intuición sobrenatural. Por eso debemos leerlo con puntualidad, esa virtud que tanto nos hace falta.

Tal vez -solo tal vez- si el entrenador de la Selección Nacional de futbol hubiera leído la entrevista futbolística que Villoro concedió a Cancha del Reforma días antes de la catástrofe frente a Chile, el resultado no hubiera sido tan denigrante. Dijo Juan en la entrevista: «Chile tiene jugadores que luchan, una táctica de triangulación de alto voltaje, de alta velocidad, por momentos parece como el Barsa de Guardiola con anfetaminas. Es un equipo espléndido, muy revolucionado, y un rival de gran magnitud.»

Bueno, pues ya lo vimos. Villoro no se equivocó.

Un día antes de la debacle, el escritor recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2016, que otorga el gobierno de Zacatecas.

Dice su currículum que Juan Villoro estudió sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), ha sido profesor de Literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y profesor invitado en las universidades de Yale, Boston y Princeton. Es miembro del Colegio Nacional en el Área de Literatura. Ha recibido los premios Xavier Villaurrutia en 1999, el Herralde de Novela en 2004, el Antonin Artaud de la embajada de Francia, el Iberoamericano de Letras José Donoso en 2012 y el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez por la FIL Guadalajara (2013).

Lo que no dice su currículum es un detalle importantísimo: su equipo es el Necaxa.

¿Por qué no nombrarlo asesor del Director Técnico Nacional, sea el que fuera?

Nos ahorraríamos humillaciones como la del sábado pasado.