El Partido Socialista Obrero Español se puso del lado de Mariano Rajoy, el presidente en funciones de España. Los socialistas votaron por su continuidad, con el fin de estabilizar una parálisis de más de 10 meses y una situación caótica que llevaría al país a su tercera elección en un año.
El ablandamiento de los socialistas no deja a Rajoy bien parado. Su gobierno, de minoría conservadora, tendrá que enfrentar desafíos territoriales y presupuestales muy serios. España ha sido advertida por la Unión Europea de que será multada si no cumple las metas de déficit que acordó con Bruselas. Y el gobierno de los separatistas catalanes insiste en realizar un referendo de independencia en 2017, a pesar de la oposición en Madrid y las cortes españolas.
Hace un año, Rajoy convocó una elección nacional cuando su partido, el Partido Popular, tenía la mayoría. Pero le salió el tiro por la culata. A pesar de que su partido recibió la mayor cantidad de votos, en ninguna de las dos elecciones -las de diciembre y las de junio-, logró conseguir la mayoría.
Tras la llegada de dos nuevos partidos, el parlamento español está dividido en cuatro facciones y dos bloques que no lograron consolidarse: el de izquierda, con Podemos y el PSOE, y el del centro, con el Partido Popular y Ciudadanos. Desde entonces, el poder legislativo está pulverizado. En junio, el Partido Popular obtuvo 137 de los 350 escaños, muchos más que los 85 de los socialistas, que se encogió después de haber sido la opción de gobierno.
La mayor ventaja de Rajoy es que los meses de parálisis han dejado a sus rivales mucho más debilitados que lo que él está.
El mes pasado, Pedro Sánchez, líder del PSOE, renunció a su cargo después de perder una batalla interna en la que todos perdieron.
La recta final para la formación del nuevo Gobierno español se definirá con las consultas que el rey Felipe VI realizará los días 24 y 25 de octubre con los partidos políticos. Ahí se determinará si por fin se elige al nuevo presidente o si se convocan las terceras elecciones en un año.
Sin duda, Mariano Rajoy asumirá una presidencia debilitada que ya nadie quiere.