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Esperando a los bárbaros

En la novela de J.M. Coetzee, el escritor sudafricano que ganó el Nobel de Literatura en 2002, el imperio proclamó que los bárbaros eran una amenaza a su integridad. Por eso envió a las fuerzas del orden para salvaguardar sus fronteras. Primero llegaron a los pueblos fronterizos los policías, que detuvieron a todos los que no eran bárbaros, pero que los juzgaron diferentes. Después llegaron los militares, que torturaron y asesinaron a los detenidos y a los sospechosos de barbarie. El viejo magistrado que fungía como la autoridad del lugar les dijo a las fuerzas del orden que los bárbaros no llegaban, porque siempre habían estado ahí, y que no representaban ningún peligro para el imperio. Todo fue en vano. El viejo magistrado se fue a la cárcel, y los pobladores sufrieron una verdadera invasión por parte del imperio.

En la realidad de la frontera norte de México, hay 5,600 soldados y marinos enviados por el imperio para detener a las caravanas de centroamericanos, los supuestos invasores en el imaginario de Donald Trump. Están, como dice el título de la novela de Coeztee, Esperando a los bárbaros. Se encuentran cerca de Brownsville. Pero no están nerviosos, ni se aprestan para el combate. Están más bien molestos, sin saber exactamente qué es lo que están haciendo en el polvo de la frontera. No tienen electricidad, tienen poca agua para bañarse, saben que no tendrán pagos extras por los combates -como en Irak y Afganistán-, no tienen aire acondicionado en un calor que revienta a mediodía y se sienten lejos de sus hogares ante la cercanía de las fiestas familiares del Thanksgiving.

Las elecciones del 6 de noviembre ya pasaron, y el pretexto de contener una invasión de los bárbaros para que los republicanos ganaran en los comicios ya pasó a segundo plano. En el Pentágono los oficiales dicen en los pasillos que una movilización de los 15,000 soldados prometidos hacia Texas, Arizona y California sería una pérdida de 200 millones de dólares tirados a la basura. y la moral de los soldados se vendría abajo después de una movilización muy ruidosa para enfrentar una invasión inexistente.

El Secretario de la Defensa, Jim Mattis, consciente de la incómoda situación de sus soldados, por lo menos borró el nombre de la absurda movilización que se está llevando a cabo. Se llamaba la Operation Faithful Patriot (Operación del Patriota Lleno de Fe).

De inmediato, Donald Trump dijo que el Secretario de la Defensa actuaba como militante del Partido Demócrata.

Se ha abierto otro frente de batalla.

 

 

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