Las elecciones presidenciales en Francia serán un parteaguas para la historia política no solo del país que puso las bases de la democracia y los derechos civiles, sino también para Europa y, en un sentido más amplio, para el mundo entero. Después de décadas de gobiernos tradicionales de izquierdas y derechas, Francia le puso fin a la hegemonía de los partidos Socialista y Republicano, y optó por dos candidatos relativamente nuevos en el panorama político del país. Ni Marine Le Pen ni Emmanuel Macron son políticos que hayan sido electos a cargos de elección popular, ni representan la continuidad de las principales fuerzas políticas de la nación.
Ambos candidatos representan -cada cual a su manera- políticas extremas. Marine Le Pen, del Frente Popular, ha puesto sus empeños en revertir la tradición francesa de darle asilo político a los perseguidos, cobijo a los migrantes y facilidades de integración a los extranjeros, y de esa manera cerrar las puertas del país a la creciente migración que llega de los países árabes, catapulteada sobre todo por la guerra incesante en Siria. Emmanuel Macron piensa a la inversa. Sus propósitos son darle trabajo a los migrantes que llegan desde el inicio, ya sea en sectores germinales de los servicios digitales, o como choferes de taxis Uber. Macron ha hecho una sólida alianza con la empresa norteamericana para lograr sus fines.
Y no solo con ellos. Aprovechando los dislates del Brexit, ha invitado a las empresas financieras del Reino Unido a expandir sus redes en Francia, ya que los recientes acuerdos los han alejando del resto de Europa. Y a propósito de ello, uno de los principios más sólidos de su plataforma es fortalecer los lazos con la Unión Europea, convirtiéndola en una Eurozona en la que los países miembros puedan invertir con más facilidad. Con el lema de su partido -«En marcha«-, lo que busca es crear un bloque europeo capaz de competir económicamente con las granes potencias -Estados Unidos, China y Rusia.
El parteaguas está definido: si gana Le Pen, la tendencia iniciada por el Brexit y el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca se impondrá también en Europa, lo cual implicará un regreso a los viejos nacionalismos y al proteccionismo económico; si triunfa Macron, la globalización tendrá su segundo aire, y Europa surgirá como una potencia más vigorosa. El viejo continente se verá joven. Como la juventud del futuro inquilino del Palacio del Eliseo, quien será el presidente más joven que haya tenido Francia.