Estos pobres insectos han sido utilizados en el mundo de la política para designar las peores prácticas de los ciudadanos que ingresan a los partidos y se lanzan a las candidaturas a puestos de elección popular con el único fin de vivir del presupuesto.
Los chapulines proliferan en los tiempos previos a las elecciones como el que estamos viviendo. Son políticos que saltan a tiempo de un cargo a una candidatura, y de la candidatura a un nuevo cargo. Son rápidos, hábiles, oportunos, y suelen caer siempre de pie. Son alcaldes que buscan la gubernatura, funcionarios que aspiran a curules, diputados que buscan cualquier cargo igual o mejor. Ahí están los 12 Delegados del Distrito Federal, que acaban de renunciar a sus cargos sin ningún pudor para seguir viviendo del presupuesto. En el fondo, tienen la chata visión política de que el cargo importa solo como forma de vida, y no como instrumento para servir a los demás.
Los grillos son los que hacen ruido. Se escuchan en el día y en la noche. Son expertos en hablar sin decir nada. Prometen cosas que no cumplen. Apelan a los grandes valores de la patria, y aspiran a vivir como reyes. Hablan, critican, cuchichean, parlotean, sueltan chismes, se aferran a los micrófonos, viven envueltos en olas de palabras.
La política se ha desprestigiado hasta el tuétano por estos insectos.