Toda guerra es tóxica, por supuesto. Pero en este caso, además de la violencia, la venganza y las muertes, hay una contaminación atmosférica que ha obligado a más de 1,500 habitantes a buscar ayuda por problemas respiratorios.
Resulta que los miembros del Estado Islámico, ante los ataques aéreos recibidos y la ofensiva terrestre llevada a cabo por el ejército sirio, han decidido prenderle fuego a los pozos petroleros y las plantas químicas cercanas a la ciudad de Mosul. Un grupo humanitario de las Naciones Unidas declaró que los fuegos han emitido humo tóxico por cerca de 60 días, afectando a 14 pueblos adyacentes. En octubre, el Estado terrorista prendió fuego a una gasera al sur de Mosul, provocando la muerte de cuatro personas.
El fuego de los pozos petroleros arde desde el pasado mes de junio, y no ha sido controlado.
La zona es altamente inflamable, y el fuego puede extenderse sin fronteras con la política exterior de Donald Trump.