Hillary Clinton podría ser la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Y tiene una larga trayectoria para serlo. Conoce muy bien la Casa Blanca: como primera dama, estuvo ahí 8 años. Fue senadora y conoce los vericuetos del Capitolio. Y fue Secretaria de Estado, en una época turbulenta marcada por la primavera árabe y el terrorismo.
Como mujer, de manera natural, Hillary convoca al voto femenino como reivindicación de su género. De tal suerte, la mitad de la población adulta de Estados Unidos votaría por ella. Pero esto no es tan fácil. Muchas mujeres la critican por su papel como defensora del presidente Bill Clinton en el bochornoso episodio de Mónica Lewinsky, y muchas más dicen que sus políticas son añejas y caducas.
Lo paradójico del asunto es que las jóvenes mujeres demócratas prefieren a Bernie Sanders, un varón de 74 años. En el caucus de Iowa, el 84% de las mujeres menores de 30 años votaron por Sanders, mientras que solo el 14% lo hizo por Hillary.
El senador de Vermont se ha ganado la simpatía de las mujeres diciendo que, de llegar a la Casa Blanca, él mismo se encargaría de que las mujeres tengan salarios iguales a los de los hombres.
Y las mujeres le creen más a él.
Más paradójico sería que, a un paso de que una mujer se convierta en presidenta, un hombre mayor la desplace porque tiene una política feminista mucho más clara.
Y eso también es posible.