La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha catapultado una nueva corriente de migración. Es la gente que llegó a Estados Unidos en busca de asilo o trabajo, y que sabe que tarde o temprano será deportada por la nueva administración. Por eso huyen a Canadá.
Las autoridades canadienses, habituadas a recibir los flujos de expulsados por la guerra en Siria, ahora se enfrentan a los que huyen de la administración Trump. Son emigrantes de Haití, Ghana y Somalia, que saben que su estancia en Estados Unidos peligra. Unos estuvieron detenidos. Otros sobrevivieron con trabajos temporales. Otros más se acogieron a políticas humanitarias que pronto serán enterradas. Y todos comparten con los emigrantes mexicanos el hecho de ser ilegales.
El nuevo flujo de migrantes no llega a los aeropuertos. Salen de los estados de Nueva York, Minessota, Vermont y Maine, cruzan la frontera a pie y llegan como ilegales a Canadá. Ahora están en Winnipeg y Quebec. Algunos salieron huyendo de las carnicerías que hay en Somalia, llegaron en barcos destartalados a San Diego y se escondieron en Minneapolis. Cruzaron la frontera a campo traviesa y llegaron a Emerson, un poblado de granjeros canadienses que abrieron las puertas del congreso local para darles refugio. Después de días de camino, tuvieron sus primeros alimentos.
Otros, más ignorantes y valientes, se hicieron célebres. Dos ghaneses, que se encontraron por casualidad en una estación de autobuses en Minneapolis, decidieron sumar esfuerzos y sus escasos recursos para cruzar la frontera. Pero era invierno. En Ghana jamás hay nieve. Juntos caminaron kilómetros muchas veces con la nieve a la cintura, y al ser encontrados por un camionero de Canadá fueron atendidos de emergencia. Ambos, por el frío, perdieron casi la totalidad de los dedos.
Ahora el mayor flujo de emigrantes se encuentra en Montreal. Son los haitianos que llegaron a Estados Unidos como refugiados del terremoto en Haití en 2010, y que han sido amenazados por Trump con ser deportados. Ahí si son miles. Todos han cruzado la frontera ilegalmente, y al llegar a Montreal las autoridades abrieron las puertas del estadio olímpico para darles refugio. Han puesto camas, puestos de comida, hasta servicio de Internet.
Para las autoridades de Estados Unidos, el tema no les preocupa en absoluto. Pero para las autoridades canadienses el tema es una contradicción de nuestro tiempo. Hay que dar ayuda humanitaria, asilo o simple refugio a las personas que están fuera de la ley.
O hay que cambiar la ley.