La consulta para decidir el lugar para construir un nuevo aeropuerto es un ejercicio inédito que ha sido criticado y gorificado por un puñado de comentaristas y por supuesto por miembros del próximo gobierno. Entre los argumentos a favor y en contra, destacan a favor el hecho de que es la primera vez que se pone a consulta una decisión económica fundamental para el desarrollo del país, y en contra el hecho de que la mayoría de la población no tiene la capacitación técnica suficiente como para definir una cuestión tan compleja como lo es la construcción de un nuevo aeropuerto. En el reverso de la boleta para votar se delinean los argumentos a favor y en contra de los sitios elegidos -Texcoco y Santa Lucía-, pero esa información no es suficiente. No se dice, por ejemplo, cuáles son los intereses afectados si se toma cualquiera de las opciones.
Tal vez la crítica de mayor peso a la consulta sea el hecho de que, si se toma en serio y se respetan los resultados, lo que sucederá es que una minoría muy minoritaria de la población va a decidir sobre un tema que va a afectar al futuro económico del país. En este tema, no es cierto que las mayorías son las que deciden. Esta consulta se lleva a cabo con la instalación de apenas 1.073 casillas instaladas en 538 municipios. Si eso lo comparamos con las 150 mil casillas que se instalaron para la elección presidencial en todos los municipios del país, se puede observar el número aproximado de la inmensa mayoría de mexicanos que quedaron fuera de la votación. En el mejor de los casos, siguiendo las cifras optimistas de los organizadores, un millón de mexicanos decidirá por los 90 millones que quedaron fuera.
Pero hay muchas otras consideraciones adicionales. La consulta se realizó siguiendo la lógica de las elecciones políticas. Es decir que, si alguien vota por un partido, eso significa que automáticamente su voto excluye a los demás. Y en esta consulta sucede lo mismo: el voto es por Texcoco o Santa Lucía. No se puede votar por los dos. Si se marcan las dos opciones, el voto se anula. Pero eso en la realidad no es muy claro, o por lo menos no se discutió lo suficiente. Se pudieron haber elegido las dos opciones. La ciudad de Nueva York, por ejemplo, tiene tres aeropuertos: La Guardia, Newark y John F. Kennedy. Y la Ciudad de México no es una urbe de segundo rango. ¿No se pudo haber votado, por ejemplo, la construcción del aeropuerto de Texcoco con financiamiento privado -que ya existe- y la construcción del aeropuerto de Santa Lucía -una cantidad mucho menor- con financiamiento público?
Si el desafío económico y social del país es crecer más y repartir mejor, hay que pensar varias veces todos los temas.