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La pandemia aplasta a la educación

Para los países pobres de todo el mundo, la educación ha sido vista como una llave que, combinada con otros factores -inversión, salud, tecnología, perseverancia-, puede sacar a los pueblos del atraso y la miseria.

Hay millones de casos en los que las nuevas generaciones, gracias a la educación, lograron superar los niveles de ingresos de sus padres, alcanzaron mejores condiciones de vida y ofrecieron un futuro mejor para sus hijos.

Desde el inicio de los años del 2000, una enorme inversión regional ayudó a que la matrícula de educación superior en toda Latinoamérica se duplicase con creces, al pasar de alrededor del 20 por ciento a más del 50 por ciento de la población en edad universitaria, según el Banco Mundial.

Este proceso ha sido desigual para todas las regiones del mundo. En el sudeste asiático, los niveles de tecnología han ayudado a que la educación se mantenga como un instrumento permanente de superación personal y familiar. En otras regiones, la educación fue como un amanecer. Durante las dos últimas décadas, millones de jóvenes de Latinoamérica se convirtieron en los primeros de sus familias en ir a la universidad, promoviendo una expansión histórica que prometía convertir a una generación en una clase profesional capaz de transformar la región. Pero a medida que la pandemia se apoderó de América Latina, acabó con la vida de cientos de miles de personas y devastó sistemáticamente las economías, en la región se ha ido produciendo un alarmante retroceso, ya que millones de estudiantes universitarios están abandonando sus estudios, según el Banco Interamericano de Desarrollo.

Se espera que las matrículas disminuyan hasta en un  25% en Colombia este año, y ese dato es un botón de muestra de lo que está sucediendo en muchos países. Esa reducción amenaza décadas de logros que ayudaron a sacar a comunidades enteras de la pobreza. Y es un gran retroceso para una región que lucha por escapar de su destino histórico -la dependencia de la exportación de materias primas— y avanzar hacia una economía basada en el conocimiento.

Al no poder pagar las matrículas de sus estudios, los estudiantes regresan a sus lugares de origen y pierden lo ganado. El alcance de las redes de internet no llegan a los lugares remotos, y los niveles educativos se vienen abajo. Es un nuevo desafío para los gobiernos.
 
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