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La policía es la culpable

La policía es, tradicionalmente, la fuerza encargada de mantener el orden público. Por eso en los países más desarrollados para acceder al cargo de policía se requiere un entrenamiento muy elevado, que incluye no solamente la capacitación física sino también un conjunto de valores cívicos y morales, que hacen que la población vea a los policías como la principal fuente de información y de ayuda cuando se encuentran perdidos o en problemas.

Pero esto ha cambiado en los últimos tiempos. En todo el mundo, la policía ha contenido con medidas violentas muchas protestas, y sus excesos han sido fotografiados y grabados por diversos medios. Y esto ha sido el catalizador que ha ayudado a convertir las manifestaciones focalizadas en movimientos de masas.

Movimientos como Black Lives Matter en Estados Unidos, el levantamiento de 2019 en Chile que condujo a una nueva Constitución y, las actuales manifestaciones en Colombia surgieron de problemas políticos específicos en cada sociedad. Pero con la brutalidad de la intervención policíaca, cada uno de ellos se transformó en una causa mucho más amplia, marcando a toda una generación. Además de los posters de publicidad de los grupos de rock de moda, se hicieron otros con los manifestantes enfrentándose a la violencia policial.

Las respuestas desmedidas de la policía la han convertido, para muchos, en un cuerpo violento e incontrolable, que no responde a principios ni autoridades; se trata de un conjunto de simples gendarmes que utilizan la fuerza de manera indiscriminada contra los jóvenes protestantes.

En Colombia, por ejemplo, una manifestación contra las reformas tributarias durante la pandemia se convirtió en una válvula de escape para el enojo público por la desigualdad y la pobreza, problemas de larga trayectoria que se agravaron durante la pandemia. Luego, los videos en los que aparecía la policía atacando a los manifestantes se volvieron virales, y las protestas se convirtieron en un movimiento mucho más amplio.

Hubo mucha leña en ese fuego. Pronto circularon videos de un joven muriendo después de recibir un disparo, y luego de su madre angustiada, afuera del hospital, gritándole a su hijo que quería irse con él. Otra grabación  mostraba a un oficial de policía disparándole a un joven que había pateado su motocicleta. Otros captaron cuerpos empapados de sangre tirados en el suelo y manifestantes aterrorizados gritando que los iban a matar.

Los reportes de abusos policiales generaron más protestas, y las represiones policiales continuaron. Todo eso generó más imágenes e informes de agresiones, y se creo un círculo vicioso. Cada vez que ese ciclo se repetía, recogía más energía y atraía a más personas a las calles.

Al final, la conclusión resultó muy simple: las marchas que acaban en violencia se retroalimentan con otro tipo de violencia: la violencia de la policía.

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