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Las armas del norte

No es novedad el hecho de que los homicidios en México colocaron al país como el más sangriento del mundo el año pasado. Tampoco es algo nuevo señalar que las armas criminales vienen de Estados Unidos. Según los reportes de la Procuraduría General de la República, en la última década alrededor del 80% de las armas decomisadas fueron compradas en Estados Unidos, donde la venta de armas no solo es legal, sino también un derecho constitucional.

Los homicidios con armas de fuego, un renglón en el que México ha ascendido a un vergonzoso primer lugar mundial, se incrementaron del 15% en 1997 al 66% el año pasado. ¿Y de dónde vienen las armas, que están prohibidas en México? Muchas vienen de los Walmart regados en Estados Unidos a lo largo de la frontera. En los últimos años, además, se estima que existen 6 mil 700 armerías en las zonas fronterizas de California, Arizona, Nuevo México y Texas.

Es un mercado febril. El crimen organizado de México exporta mariguana, cocaína, heroína y metanfetamias, y compra todo tipo de pistolas y rifles. Los corredores mas conocidos van de Tijuana, Baja California, a San Diego, California; de Caléxico, California a Mexicali, Baja California; de Yuma, Arizona a San Luis Río Colorado, Sonora; de Tucson, Arizona, a Nogales, Sonora; de Las Cruces, Nuevo México a Ciudad Juárez, Chihuahua; y de Laredo, Texas a Nuevo Laredo, Tamaulipas

Se ha calculado que aproximadamente 2 mil armas se introducen a México cada día. De ahí vienen las cifras de homicidios anuales.

¿Puede cambiar esta situación? Tal vez. La investigación que se abrió a raíz de la matanza que perpetró el sicópata Stephen Paddock contra la audiencia de un concierto en Las Vegas, que arrojó una cifra de 58 muertos y más de un centenar de heridos, ha puesto en el banquillo de una corte federal a un incauto vendedor de rifles llamado Douglas Haig, del pequeño pueblo de Mesa, en Arizona. El acusado acepta haber vendido parte del arsenal a Paddock, pero alega en su defensa que no tenía la menor idea de que planeaba una masacre.

La salida de este juicio puede arrojar luces sobre un problema mayor. No basta con regular la venta de armas a los sicópatas o narcotraficantes. Es preciso acabar con ese mercado.

 

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