La Organización para la cooperación y el desarrollo económicos (OCDE), de la que México es parte desde 1994, publicó recientemente en un informe sobre perspectivas laborales con datos del 2015, que México es el país en donde más horas se trabaja.
Con casi el doble de horas que en Alemania, en México se laboran 2,246 horas al año, mientras que en ese país 1,371. Noticia poco agradable para los pregoneros del lugar común sobre México como un país de flojos. Basta con echar una mirada a lo inmediato para cerciorarse de que en este país se trabaja mucho y en condiciones muy poco favorables.
Desde los albañiles en la industria de la construcción quienes con mucha juventud a cuestas se juegan a veces la vida cargando bultos de cemento y arena para hacer las coladas, hasta el servicio doméstico -esa tan poco reconocida labor-, que muchas mujeres realizan sin contar siquiera con el amparo de la seguridad social.
Los tianguistas que ponen al alcance de toda la población los víveres del día a día, aunque para ello tengan que levantarse muchas horas antes de que salga el sol, para quitar sus puestos 12 horas después y, encima, estar de buen humor.
Las jornadas laborales en este país son, cada vez con más frecuencia, de 6 días a la semana. Incluyen un día apenas para el descanso, en el que se prefiere “convivir con la familia” o dormir, antes que salir a pasear, ir al cine, o hacer algo de deporte. Es el “estilo de vida” de los mano de obra nacional que empeña muchísimas horas de su vida en el trabajo, que sólo es considerada como posible consumidora y a la que, además, se le califica como improductiva. Los trabajadores mexicanos por añadidura, deben sentirse afortunados. Tienen trabajo.