A nadie debería extrañarle. En Arabia Saudita -y en los países árabes en general-, las mujeres no tienen la libertad de vestir según su libre albedrío. No deben enseñar la boca, ni las orejas, ni la punta de la nariz, ni los brazos, ni la cintura, ni las piernas. Pueden dejar al aire los ojos -para poder caminar sin caerse-, pero no pueden fijar la mirada en nadie más allá de unos cuantos segundos. La mirada debe ir al suelo. La forma de caminar debe ser rápida, segura, siempre hacia un destino conocido de antemano. Nada de deambular por las calles. Prohibidos los titubeos o las pérdidas de tiempo. Cualquier desliz puede incendiar los deseos ajenos.
Ya lo sabemos. En los países árabes las mujeres no tienen derechos. En Pakistán, una de las naciones emblemáticas del pisoteo a la dignidad de las mujeres, la pequeña Malala Yousafzai fue herida de muerte porque decidió seguir estudiando pese al repudio generalizado de su hermética sociedad. Una bala de los talibanes estuvo a punto de acabar con su vida. Pero sobrevivió, se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz, y su ejemplo sigue motivando a las mujeres sometidas de todos los países árabes.
Esta semana en Ryad, la ardiente capital de Arabia Saudita, la policía detuvo a una mujer por quebrantar las leyes del reino. ¿El delito? Usar minifalda. Mostrar las pantorrillas y la mitad de los muslos al desnudo. Y hacerlo en uno de los lugares sagrados del reino, uno de los fuertes antiguos que son objetos de veneración y orgullo de los habitantes e imán para los turistas. Existe un video como prueba del crimen. La policía declaró haberla arrestado por usar ropa indecente. La joven -aparentemente una modelo-, admitió su culpa al decir que era ella quien aparecía en el video, pero no supo que alguien lo subiría a la red. E insistió que iba acompañada de un guardia, por lo que no quebrantó la ley que prohíbe a las mujeres andar solas.
Ahora la mujer enfrenta los escrúpulos y las indagatorias de un fiscal. Una especie de ministerio público va a decidir si el delito puede ser subsanado con una fuerte multa, o si la modelo debe terminar en prisión.
Este es uno de los muchos casos en los que las tradiciones sociales deben dejar de ser costumbre. Las leyes de la vestimenta árabe de las mujeres es un anacronismo que debe desaparecer como fortaleza inexpugnable. Las mujeres, al igual que los hombres, tienen el derecho de vestir como les viene en gana. Incluso si quieren esconder sus bellezas, siguiendo la tradición, con trapos raídos en el desierto y velos de seda en las ciudades.