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Lectura dinámica

La lectura dinámica existe hace años. Pero con el tiempo se ha perfeccionado, ha ido ganando adeptos y, sobre todo, ha cambiado de propósitos. Originalmente consistía en un conjunto de técnicas para leer más rápido, ir avanzando por las líneas de cada página en menor tiempo, devorar las palabras como si el lector fuese una máquina trituradora de papel. El sistema funcionaba, por supuesto, y muchas veces se organizaban concursos para premiar a los monstruos devoradores de palabras. Pero había un pequeño error de cálculo: en este sistema se incluía la literatura, ese campo que no solo requiere de la comprensión de la trama, sino que es una palanca emocional inagotable, un vehículo que llega a lugares inverosímiles, una hipnosis temporal que nos aleja del contexto circundante, una puerta que se abre rechinando hacia otros mundos.

Esa pequeña falla no la tuvieron los estudiantes berlineses que crearon una aplicación muy sencilla llamada Blinkist, un sistema que permite asimilar el conocimiento de diferentes campos. Estos jóvenes han comprimido la información de más de 2 mil libros de no ficción, para que cualquiera de sus socios pueda comprender la tesis de un libro en 15 minutos. ¿Es posible reducir el denso pensamiento de Kant en ese lapso de tiempo? Tal vez la pregunta sale sobrando, porque esos estudiantes alemanes pensaron más bien en temas fáciles de digerir, textos científicos, matemáticos, económicos, biográficos, sicológicos, médicos, históricos y pedagógicos. Aprendizaje de idiomas, por supuesto. En cuatro años, han logrado captar la atención de más de 2 millones de lectores.

Vale la pena decir que la literatura está fuera del sistema. Ni Shakespeare ni García Márquez. Estos innovadores se dieron cuenta de que un poema no admite lectura dinámica. Pero como método para aprender cualquier otro tema, Blinkist es un gran invento.

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