Uno de los temas que deberá tratar la nueva administración de Estados Unidos es el de los migrantes. Como es sabido, Donald Trump consideraba que los migrantes eran la escoria de la sociedad, y que los migrantes mexicanos, en particular, eran un conjunto de “violadores, ladrones y delincuentes”, gente que debería estar en la cárcel.
La mayoría de los analistas sabe que la migración es un fenómeno ya indisoluble de la vida entre ambas naciones. Hay en Estados Unidos cerca de 36 millones de mexicanos, y las remesas que envían a México constituyen la primera fuente de ingresos para México. Se trata de una economía complementaria, de gran apoyo, que ayuda al combate a la marginación y la pobreza. Gracias a los migrantes se puede decir que en México hay más salud, educación, capacitación y empleo.
Los migrantes se llevan muchas veces a sus familias, y constituyen en Estados Unidos focos de expansión de la cultura mexicana. Por eso el mariachi, los tacos, el guacamole, las canciones y los bailes de muchos lugares en Estados Unidos son parte de un folklore que palpita al sur del Río Bravo, y que se manifiesta en las celebraciones mexicanas en el país del norte. A veces la historia se confunde, y por eso resulta en Estados Unidos más significativo el día 5 de mayo que el 16 de septiembre. Muchos estadounidenses creen que ése es el día de la independencia de México.
Para el común de los ciudadanos norteamericanos, México es un lugar insuperable para vacacionar. Por sus playas, sobre todo, pero también por su hospitalidad, su comida, sus pueblos, sus hoteles y su clima. Muchos, por eso, se quedan aquí. La ciudad de San Miguel de Allende, en Guanajuato -por ejemplo-, se ha convertido en el puerto de llegada final para muchos adultos mayores.
Millones de estadounidenses aman a México.