El pasado mes de marzo se alcanzó una cifra récord: cerca de 19,000 niños que cruzan la frontera sin estar acompañados por sus padres. El gobierno de Biden decidió dejar de expulsar a los niños que llegan solos, algo que la presidencia de Donald Trump hacía, y entregarlos a familiares que ya viven en el país mientras los tribunales estudian sus casos.
El enviado de la BBC de Londres llevó a cabo un reportaje brutal por su contenido. Dice: «Con solo 17 años, Michael -en la fotografía- está realizando un viaje tan duro como peligroso: tratar de llegar hasta la frontera de Estados Unidos desde su Honduras natal. Solo lo acompaña su hermano mayor. Reconoce estar exhausto por el esfuerzo y con los pies destrozados tras días de caminata. Pero sigue con la moral casi intacta. «Está siendo un viaje complicado, siempre huyendo, por los montes… pero llegaremos y saldremos adelante. Vale la pena porque hay que sufrir para conseguir algo», dice mientras descansa junto a un albergue para migrantes en Palenque, en el sur de México. A Jacqueline, una hondureña de 19 años que encontramos caminando por la carretera junto a su hijo de 4 años, su marido y la familia de su hermana, la desesperación le llevó a emprender este viaje pese a estar esperando un bebé. «Tengo tres meses (de embarazo) y me he sentido cansada porque casi no hemos comido, me siento como que a veces me voy a desmayar, pero voy con fuerza. Más bien por… por darle fuerzas a ellos», dice antes de romper en llanto.
Michael habla de la violencia que impera donde vive pero, sobre todo, lamenta las pocas posibilidades de ganarse la vida que hay en su países, donde se dedica a la agricultura. «No hay nada, no hay trabajo, no hay nada que hacer. Así que quiero llegar allá (a EE.UU.) para poder ayudar a mi familia». Para su hermano, esta es ya la tercera vez que intenta el viaje al norte. Pero si llegan a la frontera, ambos planean separarse y Michael se entregará a las autoridades fronterizas. «Me dicen que si me entrego me pueden ayudar de ahí para arriba. La ‘migra’ (policía de inmigración) me va a preguntar si tengo familiares allá y (mi tía) me puede venir a recoger. Es la fe que llevamos, tal vez así cruzamos», cuenta esperanzado.»
Estos niños son el resultado de la violencia, la marginación y la pobreza extrema que se vive en Centroamérica. Pero también son el resultado de la apatía de los gobiernos de la región hacia un problema que reclama de una acción humanitaria conjunta, que permita la reintegración de las familias en un marco de mejores condiciones de vida. Sin importar el país en el que vivan.