El Estado Islámico es, hasta ahora, la organización terrorista mejor estructurada, con mayores recursos económicos y con un sistema de reclutamiento mucho más eficaz que los de sus precursores. Es un Estado, y eso implica que cuenta con territorio, población, servicios, ejército y una ideología fanática y religiosa que resulta muy atractiva para los que se sienten ofendidos, despojados, desterrados y privados de sus derechos en todo el mundo.
El Estado Islámico ha sido muy eficiente en el uso de Internet y las redes sociales. Por eso su esfera de influencia es muy amplia. Cuenta con simpatizantes en Irak y Siria, en las naciones árabes de Medio Oriente y el Norte de Europa, pero también en países lejanos como Bangladesh, Somalia y la India, y en naciones occidentales como Francia, Alemania y Estados Unidos.
Su sistema de reclutamiento era ortodoxo -aconsejaban a sus seguidores realizar un viaje a la región controlada por ellos en Siria, como un tributo al califato fundado por Alá-, pero a últimas fechas se ha flexibilizado para las personas que no puedan llevar a cabo el viaje, y que a cambio estén dispuestos al sacrificio de inmolarse en actos terroristas. A través de Internet, el Estado Islámico entra en contacto con sus posibles seguidores. Mediante un sistema de encriptación de nombres, sus futuros feligreses pueden permanecer en el anonimato. Así los seguidores son apadrinados por determinados líderes o guías espirituales que los adoctrinan en las versiones más radicales del Corán, los preparan para realizar ataques y los llevan de la mano a conseguir armamentos, fabricar explosivos y llevar a cabo atentados terroristas.
El esquema muchas veces se frustra por la inexperiencia de los seguidores, pero también ha producido resultados explosivos como los de la sala de conciertos El Bataclán en Francia, el atentado con un vehículo en Niza o el ataque al salón de reuniones en San Bernardino, California.
Conseguir armas no es el problema. En Walmart, en el corazón de Estados Unidos, se compran al por mayor.
Por eso el plan de Donald Trump de prohibir el ingreso de los ciudadanos de siete países árabes a Estados Unidos es una estrategia ineficaz: los posibles atacantes no están fuera de Estados Unidos, y seguramente se encuentran planeando el próximo ataque.