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Macron juega rudo

Ante el aumento de los casos de coronavirus impulsado por la variante omicron, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dijo hace unos días que quería “joder” a los millones de ciudadanos que se niegan a vacunarse, impidiendo su entrada en los espacios públicos del país.

Los franceses son mal hablados, pero no están acostumbrados a que el Presidente de la República diga groserías. Al escandalizar a la nación con un insulto estando a tres meses de las elecciones presidenciales, Macron puso en la mesa no solo un mensaje de salud pública, sino también una apuesta política. En sus cálculos, el aprovechar el creciente enojo público contra los no vacunados tiene más recompensas electorales potenciales que el riesgo de molestar a una minoría que está contra las vacunas, y cuyo apoyo tiene pocas esperanzas de conseguir.

Utilizando un lenguaje más agresivo para invitar a vacunarse a las personas reacias a hacerlo, Macron dijo que no los “metería en la cárcel” ni los “vacunaría a la fuerza”. Pero dejó claro que quería hacerles la vida más difícil.

Macron buscaba claramente aprovechar una ventaja política que sus homólogos se han mostrado más cautos en explotar: el enojo de la mayoría de los vacunados con una minoría que se niega a vacunarse, y que ocupa las camas de los hospitales de manera desproporcionada. Más del 77 por ciento de los franceses, así como el 92 por ciento de los mayores de 12 años, han recibido al menos dos dosis, según el propio gobierno.

“A los no vacunados, los quiero joder de verdad”, dijo Macron, usando una palabra francesa que es más vulgar, al explicar que un nuevo pase de vacunas de refuerzo haría imposible que los no vacunados fueran a restaurantes y cafés, o al teatro y los cines. La renuencia de ese porcentaje de la población, así como el aumento de los casos en Francia, amenaza con socavar su éxito obtenido hasta ahora en la lucha contra la pandemia.

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