La invasión de Rusia a Ucrania ha empeorado, entre otras cosas, la posibilidad de que las poblaciones tengan acceso a los alimentos y, en consecuencia, ha agravado las condiciones de hambre en el mundo.
Antes de que comenzara la guerra, más de 800 millones de personas vivían en estado de hambre crónica en el planeta. Y ahora, la invasión rusa de Ucrania -dos países que, según se calcula, producen suficiente alimento para 400 millones de personas y representan hasta el 12 por ciento de todas las calorías comercializadas a nivel mundial- dificultó aún más las cosas y agravó el hambre.
En mayo, el secretario general de la ONU advertía sobre “el fantasma de una escasez mundial de alimentos” y The Economist dedico su portada a “la catástrofe alimentaria que se avecina”.
Una mirada atenta a los movimientos de los precios de los alimentos sostiene que el precio de los cereales aumentó un 69,5 por ciento, y el de los aceites hasta un 137,5 por ciento; en términos generales, el índice de precios de los alimentos ha subido un 58,5 por ciento desde que se iniciaron las hostilidades.
David Beasley, quien fue gobernador republicano de Carolina del Sur y ahora encabeza el Programa Mundial de Alimentos de la ONU señaló que, como resultado de la actual crisis alimentaria agravada por la guerra en Ucrania, el cambio climático y los efectos continuos de la pandemia de coronavirus, 323 millones de personas estén “en camino hacia la inanición” en este preciso momento, y 49 millones estén “literalmente al borde de la hambruna”.
Si: los males siempre llegan acompañados. Las guerras, que son de por sí malas noticias, siempre acarrean malas noticias en cadena: hambre, enfermedades y muertes.