El encabezado del diario El País de España es elocuente: «Todo México se moviliza contra el dolor». Visto desde fuera, la totalidad del país juntó brazos, palas, picos, músculo, carteras, oraciones, fuerza, comida, agua y espíritu para meterse entre los escombros a salvar vidas. Y visto desde dentro, también. Pero con marices. El título del diario Reforma dice: «Toman riendas los ciudadanos», y en la letra más pequeña se escurre una crítica al gobierno, que llegó después de los vecinos para remover escombros.
Dice Jacobo García, corresponsal de El País, que esta impresionante movilización de ayuda a los damnificados forma parte del ADN de los mexicanos. A la hora de ayudar, los ciudadanos dejan entrar a la policía, a los bomberos, a protección civil. Nadie grita consignas en favor o en contra de nada. Los vecinos forman una familia que se apoya con todo para sobrevivir, como si fuese una caravana que atraviesa un desierto calcinante. Las familias dejan a un lado las rivalidades entre hermanos. «Todos necesitamos de todos», le dijo al corresponsal un joven que llegó desde el Estado de México para apoyar a los damnificados en la capital.
¿Qué sucederá con este capital social tan formidable cuando el tiempo se lleve el dolor y queden solamente los escombros?
Se pueden hacer muchas cosas. Organizarnos. Resolver nuestros problemas. Hay una organización espontánea que surgió en cada derrumbe. La columna vertebral de la ayuda fue levantada por los vecinos del barrio. Los del edificio de junto, la casa de al lado, la tienda de la esquina. Y hubo también los que llegaron de fuera, de otras colonias, y sobre todo de universidades. Pero si la columna vertebral son los vecinos de cada zona. ¿Por que dejar que ese activo social se evapore hasta el siguiente temblor? ¿Por qué no enfrentar con esa organización uno de los peores males del país, que es la inseguridad? ¿Por qué no crear la policía de cada barrio, constituida por ciudadanos? Ojos y brazos, picos y palas, zonas libres del narcotráfico y la violencia que amenaza con devorarnos más allá de los sismos.
Sean bienvenidas todas las ideas.