En una sociedad de hombres libres, cada individuo piensa como quiere, siente de acuerdo a sus pensamientos y define sus actos según le dicta su conciencia. Esto, que parece muy simple, no es así. Los pensamientos, los sentimientos y las acciones de los individuos que componen la sociedad están modulados por los medios de comunicación y, particularmente, por la televisión.

La televisión es un imán que capta la atención de todos aquéllos que buscan llenar el tiempo que les queda libre en los hogares. Cualquiera es capaz de elegir el canal y el programa de su preferencia, pero los contenidos están determinados por las grandes cadenas, los anunciantes, los guionistas de los programas y las personalidades de los actores. En las telenovelas y las series televisivas se proyectan caracteres que, de manera inconsciente, se anidan en las conciencias de los espectadores.

Este es el tema de Network, la obra en la que Daniel Jiménez Cacho (en la fotografía) interpreta a un conductor de noticias atípico porque, supuestamente, dice lo que realmente piensa. El propio Daniel sostiene que ahora la actuación no está dominada por las capacidades histriónicas de los actores, sino por su fama. «Incluso estoy alarmado -dice- de saber que en los castings a las jóvenes actrices y los actores les piden un número de seguidores para darles el trabajo. Si no tienes seguidores en redes… ¡Adiós! Entonces, en esas condiciones, no somos libres».

No es ninguna novedad, pero a medida que avanza el tiempo las distorsiones siguen su curso. Primero se cotiza la fama, después el desempeño del actor.