El ex presidente Barack Obama se ha puesto los guantes y se ha subido al ring. Para él, se acabó el silencio. Terminó la época en la que Donald Trump podía utilizarlo como pera de golpeo, culpándolo de todos los males del pasado, del presente y del porvenir. Lo que viene -ya nadie lo duda- es una tanda de rounds donde Obama devolverá golpe por golpe, frase por frase, patada por patada.
Hace unos días, Obama devolvió el fuego criticando abiertamente a la administración de Trump, diciendo que su política para contener al coronavirus «ha sido un absoluto y caótico desastre».
Lo dijo ante un pequeño comité, una conversación con antiguos miembros de su gabinete, pero sus palabras se amplificaron en una nación donde aproximadamente 80 mil enfermos de COVID-19 han perdido la vida, y en la cual existen más de 1.3 millones de enfermos.
«Estamos luchando contra la tendencia de ser egoístas, divisionistas, tribales, y de ver a los demás como si fueran el enemigo -dijo en alusión a la visión actual de la Casa Blanca- lo cual explica que nuestra respuesta ha sido tan anémica y manchada por intereses.»
¿A dónde se dirige Obama con estas declaraciones? Que nadie se llame a duda. Lo dijo abiertamente. «Voy a emplear todo el tiempo que sea necesario para respaldar la campaña de Joe Biden».