Para que nadie dude que el gobierno Talibán ha muerto, una ola de ataques terroristas tiñó de sangre las calles de Kabul, la capital de Afganistán. Los últimos cálculos ascienden a una cifra de 65 muertes. Hubo tres puntos principales de los ataques: por una parte, un camión-bomba explotó en una de las zonas más densamente pobladas de la ciudad; minutos después hubo un ataque a una estación de la policía, y un ataque más a una base militar de los Estados Unidos.
Los talibanes se adjudicaron la autoría de los ataques a la policía y la base militar, pero no confirmaron el ataque con el camión-bomba, porque dicen que evitan atacar a la población civil. Sin embargo, hay bases suficientes para vincular todos los atentados.
Para muchos analistas, el ataque de hoy en Kabul, el más sangriento en lo que va del año, es solo una muestra de lo que los talibanes son capaces de hacer para demostrar que su organización sigue viva a pesar de las muertes de sus líderes.
Para el resto del mundo, esta nueva matanza es una prueba más de que el Estado Islámico no es la única amenaza a la paz de las naciones.