En una época en la que los artistas se pelean a puñetazo limpio por las migajas de la celebridad en todo el mundo, Bansky prefiere el anonimato. Y lo cuida con mucho celo. Aunque siempre existen diminutas filtraciones sobre su identidad, en realidad nadie sabe quién es Bansky. Se le conoce solamente como el artista callejero de Bristol. No hay un solo rasgo de su figura. Dentro de su prolífica obra, no existe un solo autorretrato.
A pesar de su anonimato, su obra da siempre de qué hablar. Por ejemplo, de dinero. El año pasado la casa Sotheby vendió un cuadro de Bansky que se esfumó ante los ojos atónitos de la audiencia una vez que fue vendido. El cuadro costó un millón de dólares y, como en las debacles de la bolsa de valores, el dinero desapareció como por ensalmo.
Ahora el dinero invertido en el arte vuelve a ser noticia. Un cuadro de Bansky, provocativo como todos, se vendió en 12 millones de dólares, batiendo todos los récords de las subastas. El cuadro presenta la Cámara de los Comunes del Parlamente del Reino Unido en una manta de 4 metros de ancho, con la disposición clásica de los asientos de madera de los diputados, pero con la salvedad de que sus ocupantes no son caballeros ataviados elegantemente para el desempeño de sus funciones, sino una manada de chimpancés. Todos muy bien portados, claro, con la cabeza muy circunspecta razonando su voto. No se observan rostros que gritan, no hay manotazos ni increpaciones o blasfemias. Algo mejor que los humanos.
Todo al más puro estilo Bansky.
(Con información de la BBC)