El año electoral en Estados Unidos ha cambiado radicalmente por la pandemia del coronavirus. Si la política puede definirse como la ciencia que atañe a la cohesión social, a sus intereses más diversos, a sus organizaciones y a la manera de procesar sus demandas, el coronavirus se ha convertido en un factor determinante para las expresiones sociales.
Que lo diga el Partido Demócrata, que originalmente planeó la realización de una convención nacional en Milwaukee a mediados del mes de julio, y que la idea se fue disolviendo hacia mediados de agosto, cuando los delegados se quedaron en sus casas para votar a control remoto. El propio candidato Joe Biden tuvo que anunciar su plataforma desde el sofá de su casa.
Y a los republicanos tampoco les ha ido bien. En junio, Trump tuvo que trasladar la convención del partido de Charlotte, Carolina del Norte a Jacksonville, Florida, con el pretexto de que el gobernador de Carolina del Norte insistía en obedecer los protocolos oficiales para prevenir a los asistentes de los riesgos del Covid.
En todos los casos, los partidos contendientes y sus candidatos tienen que adaptarse a la nueva realidad.
Y la nueva realidad se aleja cada vez más de las grandes concentraciones que aplaudían a los candidatos y las pequeñas reuniones que servían para hacer nuevos amigos y saludar a los de antaño.
Ahora los discursos se reducen al estrecho margen de las pantallas televisivas.