Es muy difícil que los homicidas dejen constancia de sus intenciones. Sin embargo, hay casos en los que así sucede. Es muy raro, y todavía más extraño resulta cuando los homicidas ocupan altos cargos de Estado. Eso tuvo lugar en Brasil, aunque pocos lo crean. “Soy capitán del ejército”, dijo el actual presidente, Jair Bolsonaro (en la fotografía) en 2017. “Mi especialidad es matar”. Pudo haber dicho: «Mi especialidad es hacer estrategias». Pero no lo hizo. Eligió las palabras más adecuadas para un homicida.
Para justificar las muertes, también están las armas. Tener armas en Brasil es legal, como en todos aquellos países en los que la portación de armas se considera un derecho humano, como la libertad de tránsito. Una serie de decretos presidenciales que flexibilizaron los controles de armas han abierto las puertas al homicidio. El año pasado, la policía federal emitió 204,300 nuevas licencias de armas, un aumento del 300 por ciento con respecto a 2018. Los permisos otorgados por el ejército a cazadores y coleccionistas aumentaron un 340%. El país, que registró la mayor cantidad de homicidios en el mundo en 2021, está inundado de armas de fuego.
Mención aparte merecen las muertes por coronavirus. Brasil en el segundo país con el mayor número de víctimas en el mundo, solo después de Estados Unidos. Durante la pandemia, el presidente Bolsonaro desdeñó el distanciamiento social, saboteó el uso de mascarillas y desautorizó la vacunación. Luego dijo que “no cometió un solo error durante la pandemia”. Parecería que el incremento de muertes estaba dentro de sus propósitos.
La elecciones presidenciales en Brasil serán el próximo 2 de octubre. Se prepara un choque de trenes, que acuden al encuentro a sus máximas velocidades.