Al anunciar la última temporada de House of Cards, el actor Kavin Spacey dijo en París que la ficción se quedó corta frente a la realidad. Porque la contienda por la presidencia de Estados Unidos ha mostrado aspectos mucho más inverosímiles que la serie de Netflix.

El protagonista de Frank Underwood, el malévolo político norteamericano que es capaz de engañar a todo el mundo e inclusive de asesinar para llegar a la Casa Blanca, no mencionó por su nombre a Donald Trump, pero dejó ver que en la lucha por el poder todo se vale. Prometer muros fronterizos, arremeter contra los árabes y mexicanos, mostrar abiertamente su aversión hacia las mujeres.

La serie de Netflix ha sido un fenómeno mundial, ya que la firma tiene 75 millones de usuarios en 190 países, y la serie ha puesto los reflectores en la carrera presidencial por la Casa Blanca.

El que fue más lejos en sus afirmaciones sobre las comparaciones de los aspirantes reales y ficticios fue Michael Kelly -quien interpreta a Doug Stamper, el secretario privado de Frank Underwood-, al afirmar que «Donald Trump ya no es divertido, porque se está volviendo una realidad.»

Tal vez, para desgracia de todos, la conclusión de la ficción y la realidad sea la vieja máxima de Maquiavelo: el fin justifica los medios. O sea: el poder justifica lo que sea.