Parecía otro lunes negro, de ésos que dan inicio a una crisis de largo alcance. El índice de Wall Street perdió de golpe 1000 puntos, y el resto de los mercados del mundo se cimbraron como las réplicas de un terremoto.
Conforme pasaron las horas el mercado logró cierta recuperación, para cerrar en 588 puntos abajo. Pero la preocupación no se detuvo con el cierre de actividades. Algunos analistas señalaron que la caída fue una consecuencia más de la crisis global del 2008, que simplemente se ha trasladado a China. Por eso la sacudida principal tuvo como epicentro a Shangai, y se propagó de manera inmediata a los mercados europeos, las bolsas norteamericanas, los bonos de mercados emergentes.
Desde su posición de segunda potencia mundial después de Estados Unidos, China puede ahora exportar una crisis de grandes proporciones. Es un país que sigue creciendo -aunque ahora a un modesto 5% en comparación con años anteriores-, pero su deuda acumulada es de un estratosférico 300% de su Producto Interno Bruto.
¿Podrá el gobierno comunista de Pekín evitar otra crisis capitalista como la del 2008? Pues más le vale que así sea, porque los tiempos de Carlos Marx han quedado atrás. Ahora, en lugar de tratar de despedazar los cimientos del capitalismo, el gobierno comunista deberá enfilar todos sus esfuerzos para que la recuperación del capitalismo internacional se también en beneficio propio. Es otra vuelta de tuerca del destino.