El ser actriz o ser actor es algo que se da naturalmente en la tierra de Shakespeare. Tal vez es una cualidad que descansa en el reconocido humor inglés, en la vieja costumbre de lucir una catadura de impasibles ante el placer o la adversidad, en esa enseñanza proverbial que la nobleza dictaba a sus críos a punta de fuetazos. Los ingleses son incapaces de expresar sus emociones, se dice, y los extremos propagandísticos de Mike Jagger y Robbie Williams solo son las excepciones que confirman la regla.
En este contexto, la Reina Isabel II es el prototipo de ese carácter inglés hierático hasta la médula. Por algo es la reina, esa dignataria que vive todos los días en la representación exacta y puntual de sí misma. Nadie como Isabel II se mantiene erguida a pesar de sus años, tiene el aplomo para aguantar caravanas de ciudadanos que piden su saludo, sonríe a los niños en el momento preciso, guarda la compostura ante los desfiguros de los extranjeros que inundan el Palacio de Buckingham, Y aún así, en medio de la tediosa parafernalia que rodea los actos protocolarios de la Corte, y superando el cansancio de llevar siempre puesta la armadura invisible de la reina, se da el lujo de coquetear graciosamente con Meghan Markle, la nueva dama llegada a la Corte, una actriz norteamericana hija de una maestra negra de yoga y un fotógrafo de ascendencia irlandesa, divorciada y sin hijos, convertida por los efluvios del amor en la actual Duquesa de Sussex.
¿Existe en el mundo un personaje cuya personalidad sea la más alejada de la Reina Isabel II de Inglaterra?
Si. Se encuentra en las novelas de Stieg Larsson, un escritor sueco de tramas policíacas, que escribió una saga que revela la vida violenta y oculta de la prístina Suecia, y que murió -como todo buen artista trágico- sin saber que su trabajo no solo resultó ser una obra trascendental para la mayoría de críticos, sino que tuvo una derrama económica que aún se disputan su padre, su hermano y su mujer. La protagonista de sus novelas se llama Lisbeth Salander, una joven atractiva hasta el extremo por sus excentricidades. Hermosa, brillante, de una inteligencia fuera de lo común, tapizada de tatuajes, llena de piercings en sus partes nobles, con una mirada que taladra, fumadora inextinguible, bisexual ardiente, dueña de una neurosis que la calcina y le impide recibir el mínimo afecto.
¿Hay alguien que pueda representar con una fidelidad inverosímil a la Reina Isabel II y a Lisbeth Salander?
Si. La actriz del momento: Claire Foy.
Tenía que ser británica.