A lo largo del año, el Estado Islámico ha crecido y se ha consolidado como una fuerza capaz de poner a temblar al mundo. A finales de junio de 2014, el Estado Islámico se declaró como un Califato en expansión, tal y como existió el Califato de Damasco en el siglo VII. A partir de entonces, el Estado Islámico inició una serie de ataques en los territorios de Siria e Irak, logrando apoderarse de varias ciudades y comarcas, entre ellas el centro histórico de Palmira y la ciudad de Hatra. La destrucción de varios templos y vestigios arqueológicos fue parte de su estrategia, y su expansión ha logrado tener una influencia mayor en Siria.
Para el Estado Islámico, muchos Estados árabes son provincias que deben estar bajo su mandato. Entre estas provincias se encuentran Egipto, Argelia, Libia, Nigeria, Arabia Saudita, Yemen, Siria, Irak, Afganistán y Pakistán.
Por otro lado, el Estado Islámico ha establecido alianzas con grupos radicales yihadistas que atacan en otras naciones -como Boko Haram en Nigeria-, y alienta a jóvenes inconformes y radicales que están dispuestos a enarbolar su causa en naciones occidentales como Estados Unidos, Reino Unido, Francia y España. La última detención de un estudiante de Nueva York que pretendía realizar ataques con bombas de fabricación casera en diferentes puntos de Manhattan es el último botón de muestra de esta estrategia.
El New York Times acaba de reportar 59 arrestos y atentados del Estado Islámico desde septiembre de 2014 hasta junio del presente año, en una veintena de países árabes y europeos, así como en varios estados de Estados Unidos.
Pero tal vez la política de difusión más eficaz han sido los videos de decapitaciones y ejecuciones subidos a la red de YouTube. A través de ellos, el Estado Islámico se ha posicionado como la instancia mortífera más peligrosa del planeta, y una bomba de terror capaz de asolar a la humanidad entera.