No es la obra titulada El Hombre de la Mancha que exhiben en el Teatro Insurgentes. Pero la trama es la misma. Un grito de libertad es la obra inspirada en El Quijote de Cervantes y protagonizada por 280 presos y presas del Reclusorio Oriente y Santa Marta Acatitla, donde los encarcelados sienten con su propia carne la injusticia del encarcelamiento de Cervantes mientras espera la sentencia de la Santa Inquisición.
Este extraordinario experimento se inició en la cárcel de Atlacholoaya, en el estado de Morelos, al sur de Cuernavaca. Participaron 60 presos y ellos fueron la puerta para regresar a la sociedad de una manera productiva. Era el año de 2004. Por primera vez, la cárcel fue un espacio que permitiese la reinserción con la conciencia transformada. Después la Fundación Voz de Libertad, dirigida por Morell, amplió su proyecto a cárceles de Tlaxcala y Querétaro, y en 2006 la obra de Cervantes llegó al Tutelar de Menores Infractores de San Fernando. Un año después, ingresó al Reclusorio Oriente.
A más de una década del inicio del programa los resultados son satisfactorios, señala Arturo Morell, Director de la Fundación. Con entusiasmo dice: “conocemos muchas historias de gente que ha salido libre que sí ha cambiado su actitud y se ha reinsertado en la sociedad de una manera armónica”.
Morell es uno de esos mexicanos que se nutren de experiencias en el extranjero y regresan para hacer algo por México. Vivió 8 años fuera del país. Fue Cónsul Cultural en Miami, trabajó en el Miami Book Fair International y fue director del Koubek Center. Regresó al país para trabajar con la gente más rechazada de la sociedad: los presos de las cárceles.
Una obra de teatro estrujante, con actores que representan su propio drama.
Una obra de redención. Real.