En un evento electoral del Partido Laborista, considerado de izquierda, la segragación del público fue evidente. En Birmingham, una de las ciudades más populosas del Reino Unido, los laboristas hicieron proselitismo en un salón donde los hombres se sentaron de un lado, las mujeres por otro, y por supuesto los seguidores del Islam muy juntos y bien diferenciados. Muchos periodistas, medios de comunicación y líderes de opinión levantaron las cejas y se preguntaron: ¿Cómo es posible que exista esto en Gran Bretaña, la cuna de la libertad de expresión y la igualdad entre todos los hombres?
No hay que investigar demasiado sobre el asunto. La segregación que sacude al Reino Unido, y en general a los países europeos, es producto de las tensiones que se han vivido entre el llamado mundo occidental y los países árabes recientemente. Los ataques terroristas, la propaganda terrorífica del Estado Islámico, las guerras desatadas desde la llamada Primavera Árabe y el oleaje de migrantes que llegan de África a Europa por el Mediterráneo han provocado un clima de temor y hermetismo en los países occidentales, y muchas organizaciones han llamado a cerrar filas contra cualquier indicio de presencia del Islam. Recientemente la violencia llegó hasta Texas, donde una agrupación provocadora organizó un certamen de caricaturas contra el profeta Mahoma.
La segregación que se vivió en Birmingham no es más que un botón de muestra del retroceso resultante por dichos enfrentamientos.