El vencedor de las pasadas elecciones en Argentina fue Alberto Fernández, un político de la corriente peronista que supo balancearse en los trapecios de la turbulenta política argentina de las últimas décadas. Porque en efecto, el ahora presidente electo fue el jefe del gabinete de ministros durante la presidencia de Néstor Kirchner de 2003 a 2007, y siguió vivo durante el primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, del año 2007 al 2015. Es, sin duda, un funcionario con experiencia.
El problema es que la actual situación que enfrenta su país puede rebasarlo.
Ya dio el primer paso. Todo indica que el cambio de gobierno será una transición tersa. Es cuestión de ver la fotografía: el presidente saliente y el entrante se dan la mano. Algo común en cualquier país. Pero extraordinario en Argentina, donde ningún presidente ajeno al peronismo ha podido terminar normalmente su mandato, en medio de fuertes crisis económicas.
Alberto Fernández aspira a poder manejar la crisis. No la tiene fácil, porque la inflación está desbocada en un 60%; el gobierno del presidente saliente endeudó al país por 57 mil millones de dólares en 2018; una enorme mayoría de las pequeñas y medianas industrias -21,500 establecimientos- cerraron sus puertas en la administración saliente, y el desempleo galopa con el 10% de la fuerza de trabajo.
¿Podrá el nuevo presidente responder a la crisis con las recetas y la añoranza del viejo peronismo? Lo sabremos en los próximos meses.