Hace varias décadas, la inflación era el principal dolor de cabeza para muchos gobiernos, el de México incluido. En 1987, la inflación en nuestro país llegó al 159%, la más alta en muchos años. Pero si uno miraba a nuestros vecinos, en ocasiones se aligeraba la carga por ser mal de muchos. Chile llegó al 508% en 1972; Brasil al 2,477% en 1993; Argentina al 4,924 en 1989; Perú al escandaloso 7,650% en 1990. Cifras que dejaban sin aliento a los economistas y, sobre todo, a los funcionarios de los países más golpeados.
Ahora México, Perú, Chile y Uruguay rondan el 7% de inflación -al igual que Estados Unidos-, y el único país cuya inflación se ha disparado por encima de lo normal es Venezuela, que presenta un 686%.
En nuestro país, por quinta vez consecutiva el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) elevó las perspectivas para la inflación anual de 2022, a un nivel de 6.8% desde un previo de 5.9 por ciento.
Para enfrentar a la inflación, las familias han aprendido a controlar y reducir sus desembolsos. Muchas elaboran un presupuesto familiar con el detalle de ingresos y gastos. Esto les permite priorizar cuáles son los gastos necesarios y cuáles pueden dejarse para después o suprimirse definitivamente. Es decir, antes de comprar algo, considerar de manera objetiva si es estrictamente necesario adquirirlo.
Hoy en día hay que dar una oportunidad a las marcas más económicas que garanticen una buena calidad, aunque no sean las acostumbradas o favoritas.
La lucha contra la inflación debe pasar de ser solo un objetivo gubernamental para convertirse en una estrategia de todas la familias.