La guerra es, claramente, una pesadilla. Es vivir entre balazos, con los compañeros heridos y caídos, y la muerte rondando a toda hora. Sin embargo, una encuesta reciente sostiene que un buen número de rusos quiere alistarse para estar en el frente. ¿A qué se debe este súbito amor a la guerra?
Una razón obvia es el miedo. Los hombres llamados a filas no tienen más remedio que obedecer, porque la oposición a la guerra ha sido puesta fuera de la ley. Con una atmósfera tan asfixiante, alimentada por la propaganda presente en todos lados, quizá no sea de extrañar que el deseo de pelear haya cundido entre la población. Sin embargo, aunque el miedo y la represión determinen las reacciones a la guerra, eso no explica la disposición —la voluntad, incluso— de algunos rusos de servir en el frente. Alrededor del 36 por ciento de los hombres rusos están conformes con el reclutamiento obligatorio para la guerra, y el grupo más partidario son los hombres de 45 años en adelante.
Al quedarse en casa, los hombres se encuentran frente al desempleo en el mejor de los casos y, en el peor, al señalamiento de no querer ir a la guerra. En Rusia, esa supuesta cobardía es un delito.
Por otro lado al ir a la guerra, en primer lugar, está el dinero. El salario base federal de un soldado ronda los 2500 dólares al mes, con un pago de 39.000 dólares si resulta herido y hasta 65.000 dólares en caso de muerte. En comparación con un salario medio mensual de 545 dólares, se trata de una generosa recompensa, y más aún para los más de 15 millones de rusos, aproximadamente, que viven por debajo del umbral de la pobreza.
Pero se ofrecen muchas más cosas, también. A los que regresan del frente, el Estado les promete un fácil ingreso a empleos como funcionarios, seguro médico, transporte público gratuito y, para sus hijos, educación universitaria y comedor escolar sin costo. Y a los presos que se incorporaron a la empresa militar privada Wagner, el Estado les concede la libertad.
No es de extrañarse, entonces, que en las cantinas y las reuniones sociales los jóvenes brinden con el patriótico grito de «¡Vámonos al frente!»