Por fin, después de un largo periodo de guerra fría, se reabrieron las embajadas de Estados Unidos en la Habana y Cuba en Washington. El día de la inauguración fue un momento de llanto y júbilo, abrazos y gritos de enjundia. «¡Por una Cuba sin Castro!» gritó un hombre de voz ronca. «¡Viva Cuba socialista!», respondió un mujer con firmeza.
Después de cinco décadas de guerra fría entre Cuba y Estados Unidos, y de división entre los cubanos que se fueron a Miami y los que se quedaron en la isla por convicción, es difícil que la reunificación de Cuba se de por decreto. Pero el paso histórico dado por la administración de Barack Obama es la apertura de una puerta que permite grandes esperanzas.
Es obvio que el gobierno socialista no va a permitir la existencia de nuevos partidos y empresas privadas a mediano plazo; pero también es cierto que amplios sectores de la población van a buscar una apertura hacia mayores libertades, legalización de pequeñas empresas y acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación.
A corto plazo, el Congreso de Washington tendrá que levantar el embargo. Con ello van a desaparecer las restricciones al comercio y al turismo. El Secretario de Estado John Kerry sostuvo que «habrá mucho que ganar y poco que perder al fomentar los viajes entre Cuba y Estados Unidos, el flujo de información y de ideas, el impulso al comercio y el quitar los obstáculos para que las familias que se han separado intensifiquen sus visitas.»
Por lo pronto, las dos embajadas ya tienen sus propios dominios de twitter para tener presencia en redes sociales. Algo impensable hace algunos años.