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Avisos explosivos

Esta semana fueron detectadas varias bombas en la costa oriental de Estados Unidos, dirigidas a personalidades importantes que han expresado ideas contra el racismo, los supremacistas blancos, el chovinismo y la misoginia. Cinco de estos personajes son ampliamente conocidos: el expresidente Barack Obama, la excandidata demócrata Hillary Clinton, el exvicepresidente Joe Biden, el actor Robert De Niro y el empresario húngaro George Soros. Los demás no tienen tanta fama, pero han exhibido también ideas de tolerancia política y religiosa, respeto hacia otras culturas y defensa de la democracia. Son John Brennan de la cadena CNN, Erick Holder, el procurador general del gobierno de Obama, Debbie Wasserman Schultz, una diputada demócrata de Florida, y la congresista Maxine Waters de California.

Aparentemente, el terrorista fue la misma persona. Todas las bombas iban envueltas en similares sobres de papel manila, todas fueron enviadas por correo y todas tenían la dirección de la diputada Debbie Wasserman Schultz como remitente. Ninguna de las bombas estalló en manos de sus destinatarios. Tal vez, todas las bombas eran simplemente unos avisos.

Alexander Soros, hijo de George Soros y director de la Fundación Open Society, publicó en The New York Times un artículo inquietante. Dice que esos atentados no son nuevos en la historia de su familia. Que su padre vivió el horror de las persecuciones de los nazis contra los judíos en Hungría, el pisoteo de los derechos humanos en la etapa del comunismo en el país y la más reciente persecución del actual sátrapa de Budapest, Victo Orban. Este último acusó a George Soros de arrastrar una corriente de emigrados hacia Hungría, y decidió clausurar su organización.

Entonces, con conocimiento de causa, Alexander Soros afirma que en Estados Unidos el discurso de odio y división de Donald Trump está cosechando lo sembrado. Que las amenazas de muerte hacia los demócratas son parte de un plan de largo alcance para terminar con cualquier signo de apertura política, y que la entronización de políticas racistas, de desprecio hacia las mujeres y rechazo del islam son muestras de una política que busca imponerse y terminar con la democracia.

Las bombas, en este contexto, son ahijadas del discurso del odio y el miedo que se difunde desde la Casa Blanca.

 

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