En el mundo árabe se está cumpliendo esa máxima. Los antiguos rivales, al ser atacados por un enemigo en común, se convierten en aliados para combatir al tercero en discordia. ¿Cuándo se pensó que eso sucedería entre Egipto e Israel? Jamás, sobre todo si se piensa en la historia. Dice la Biblia que en el siglo XIV Antes de Cristo el profeta Moisés condujo al pueblo judío fuera del imperio de los faraones egipcios hacia la tierra prometida. Y desde aquellos años tan remotos, la enemistad entre los egipcios y judíos se fue exacerbando con el tiempo.
Pero ahora la situación ha cambiado. Hace poco más de dos años, cuando la llamada primavera árabe desembocó en el viejo país de los faraones en un nuevo golpe de Estado militar, el grupo de fanáticos llamado el Estado Islámico se apoderó de una franja territorial en las estribaciones del Monte Sinaí -donde Moisés recibió las tablas de la ley, según la Biblia-, y desde ahí llevó a cabo ejecuciones de policías y soldados egipcios sin que el nuevo gobierno pudiera hacer nada. Y no solo eso. A finales del año 2015 demostró que su artillería no era ningún juego, y derribó un avión ruso para vergüenza del Kremlin.
El gobierno egipcio se vio imposibilitado para dar una respuesta adecuada a las agresiones, pero ahora sabemos que contó con un aliado imprevisto. Según un reportaje de The New York Times, a lo largo de dos años el ejército israelí ha atacado el territorio egipcio donde se asentó el Estado Islámico con drones, helicópteros y aviones a razón de un bombardeo cada semana, todo con la aprobación del presidente egipcio, Abdel Fattah el-Sisi.
Todos los ataques se han llevado a cabo desde territorio egipcio. Con la anuencia del gobierno de El Cairo. De tal manera, con el debilitamiento del Estado Islámico han salido beneficiados los egipcios, judíos, rusos y norteamericanos. Pero si alguien entrevista a los voceros de esa amplia gama de aliados, resulta que nadie sabe nada. Shhhh, silencio. La alianza entre judíos y egipcios es considerada una herejía para todos.