La noticia de que ayer una grúa enganchó a una ambulancia en la Ciudad de México y el herido que iba en la ambulancia murió posteriormente en el hospital de la Cruz Roja es un llamado de alerta para todos.
El hombre de la grúa no se llevó a la ambulancia al corralón porque un puñado de vecinos enardecidos le impideron el paso enmedio de insultos merecidos.
Tal vez, si no se hubieran perdido esos minutos en los que la grúa alegaba que tenía órdenes superiores de recoger cualquier vehículo que estorbe los caminos, el hombre seguiría con vida.
En este caso, como en muchos otros, el gruyero dijo que solo seguía órdenes superiores. No dijo, por pudor cínico, que los gruyeros reciben una cuota por cada vehículo que llevan a los corralones.
El gruyero reaccionó soltando a la ambulancia por miedo. La turba enardecida pudo haberse propasado.
Al gruyero no le importó que el vehículo fuera una ambulancia, ni que tuviera dentro a un herido de gravedad.
Una sombra de vergüenza ha caído sobre el sistema de grúas de la Ciudad de México.