No se trata del famoso actor afroamericano de los años 80, el forzudo que participó en una película de la saga de Rocky y en aquel divertido y palomero programa de TV de los años ochenta titulado Los Magníficos, aunque comparte algunas de sus características.
Me refiero a Donald Trump, el Mister T de nuestros días, que merece compartir el apodo con el actor, ya que ambos muestran un carácter agresivo y pendenciero, aunado a una tendencia a pensar que la violencia y la intimidación son las formas ideales de acción, en todo momento.
Y es que nuestro señor T ha vuelto a las andadas, soltando amenazas y acciones militares o militarizadas sin ton ni son, que en realidad no son diferentes a los videos de sus intervenciones en la lucha libre de EU, pura pantomima.
Amagó con una gran guerra comercial internacional al imponer de forma unilateral aranceles al aluminio y acero proveniente de varios países, incluyendo del gigante chino; a continuación decidió desplegar a la Guardia Nacional de su país en la frontera con México para poder defenderse de la “amenaza” de la caravana migrante 2018, y esta semana ha puso en marcha un nuevo ataque contra el régimen sirio por un nuevo ataque con armas químicas.
Sin embargo, sus bravatas son cada vez menos efectivas. Y aunque sigue siendo el presidente de la mayor potencia militar del planeta, el miedo a que use el botón rojo se va desvaneciendo dejando atrás ese terror que casi todos sentíamos durante el primer año de su administración.
Esto queda en evidencia con el despliegue de tropas en nuestra frontera.
Tenemos que pensar que no somos ni remotamente una potencia militar o económica de primer orden, como es el caso de la guerra comercial y los ataques químicos que involucran a China y Rusia, sino un país emergente que a pesar de los fuertes lazos que tenemos con Estados Unidos, casi siempre hemos jugado un a ser actores de acompañamiento del gigante gringo.
Sin embargo, y a pesar de que nos encontramos en plena negociación del TLCAN, el ratón verde despertó y, a través de uno de los mejores posicionamientos del actual gobierno, dejo claro su posición pública: no aceptaremos violaciones a la soberanía nacional y los mexicanos no aceptamos que traten de atemorizarnos e intimidarnos.
Más allá de los posicionamientos que se han hecho por tiempos electorales, esta toma de posición es significativa por una razón en especial, el miedo a Mr. T se ha ido diluyendo, incluso entre los gobiernos que han sido timoratos ante él. Las razones de este fenómeno son diversas y abarcan tanto el ámbito interno como el externo. La administración Trump ha demostrado una notable ineficacia legislativa y administrativa, ha perdido en el camino muchos adeptos y colaboradores, al tiempo que el peligro de un impeachment crece para el copetudo naranja.
Además de esto, la trama rusa se ha ido cerrando cada vez más en torno de la Casa Blanca, de forma lenta pero constante. Ya han ocurrido los primeros arrestos relacionados con este caso y seguramente no serán los únicos.
Además, no se debe olvidar que el segundo año de Trump es también el año de las midterm elections, en las cuales decidirán en las urnas los 335 asientos de la cámara baja, 33 del senado y 36 estados del vecino del norte. Esta elección se considera de forma tradicional como el termómetro político que puede determinar si el presidente de Estados Unidos intentará reelegirse o no.
Todas estas razones, y muchas más, han llevado al multimillonario xenófobo a creer que puede solucionarlo con su acto de siempre, mostrar músculos (políticos pues resulta evidente su fofez) a la Mr. T y distrayendo la atención de todos con actos vanos.
De otra forma no se puede entender que realice acciones incongruentes con lo se supone que dice en cada discurso, como proteger una frontera con el despliegue de la guardia nacional de cuatro mil soldados únicamente (equivalente a un soldado apostado cada kilómetro) o anunciar con bombo y platillo que volverá a bombardear Siria por su uso de armas químicas, dando oportunidad al régimen de aquel país de resguardar armamento químico y convencional antes de que esto ocurra.
Ya casi nadie basa su interacción con Trump en el miedo, ni siquiera en el respeto, al tiempo que el payaso metido a político pierde cada vez más el efecto que busca en sus acciones y bufonadas. Así como el viejo actor de televisión terminó por volver ridículo a su personaje de bravucón, el tiempo de las actuaciones exageradas ha pasado para Donald y se acerca el de entregar cuentas a su país y el mundo y ya no tiene el control del miedo. Y eso se reflejará en las urnas, se los aseguro.