Con esas palabras aparentemente agresivas, que retumbaron en la atmósfera del Teatro Dolby de Los Ángeles, el actor Sean Penn anunció que el Óscar a la mejor película era para Birdman, la película de Alejandro González Iñárritu.
Antes de entregar el máximo galardón del cine mundial al mexicano, Sean Penn hizo una pausa gigantesca, que provocó risas nerviosas por la expectativa. Y nunca dijo las palabras habituales: (Y el Oscar va para…).
¿Who gave the green card to this son of a bitch? Como se sabe, la green card -tarjeta verde- es la carta de inmigración para los extranjeros en Estados Unidos. Sean Penn no necesitó decir más. El único mexicano cuya película era candidata a la mejor película del año era González Iñárritu. Ahí empezaron los aplausos.
Sean Penn y Alejandro González Iñárritu son amigos. Los dos trabajaron juntos en la película del mexicano 21 gramos, y de ahí vino la broma. En el fondo de ella, estaba el hecho de que González Iñárritu -un extranjero- se llevó todo lo que se podía haber llevado: el Óscar a la mejor película, el Óscar al mejor director y el Óscar al mejor guionista.
Y no era fácil: la película Boyhood, favorita de muchos, ya se había llevado los premios a la mejor película y mejor director en los Globos de Oro y los BAFTA de Inglaterra. Y no era la mejor: además estaban compitiendo Selma, sobre Martin Luther King; American Sniper, de Clint Eastwood; Whiplash, una obra maestra sobre un maestro de jazz y su discípulo, y El código enigma, sobre un británico genio que descifra los códigos de los nazis para comunicarse sus posiciones, y que resulta perseguido por ser homosexual.
Además, Emmanuel Lubezki, otro mexicano, se llevó el Óscar a la mejor fotografía, también por Birdman. El hombre rompió otro récord: fue el primero que se lleva dos óscares consecutivos en la historia de la Academia.
Fue una noche redonda para México.
Y lo mejor, es que fue merecido.