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Soñar despierto

En esta pandemia, por los encierros forzosos y el aislamiento resultante, mucha gente se ha puesto a compartir las únicas experiencias enriquecedoras que se permiten sin salir a la calle. Generalmente, sin salir de su cama: los sueños.

Se trata de un fenómeno tan antiguo como la humanidad, en el que las comunidades de la prehistoria se reunían para compartir no solamente sus experiencias durante la vigilia, sino también mientras dormían.

El cerebro nunca descansa. Podría decirse que es mucho más creativo al dormir. Todos hemos soñado con gente que conocemos y desconocemos; sueños alegres y tormentosos; paisajes lúgubres y coloridos; personajes seductores y horripilantes. Una de las actividades que nace de los sueños es la literatura. De los sueños salen los cuentos, las novelas y los poemas.

Los sueños son, además, la materia prima de los sicoanalistas. Para Sigmund Freud, la interpretación de los sueños era la llave maestra para abrir los secretos del alma.

Dorie Chevien, una articulista de The New York Times, publicó recientemente un texto sobre lo que llama «los sueños lúcidos», que son los sueños donde estamos conscientes mientras soñamos. Para algunos analistas, eso es imposible. Para otros, es difícil establecer realmente la frontera entre el sueño y la vigilia. «Por lo regular -dice Chevien- dormir en un lugar extraño favorece sueños más vívidos y la interrupción del sueño puede ser buena para la lucidez. Pero incluso en esas noches difíciles, incluso en este mísero sofá de los años setenta, solo logro la lucidez una vez, y de manera fugaz. Sueño que estoy sentada con mi abuelo en su mesa preferida de su lugar preferido para almorzar, sin cubrebocas y sanos. Entonces, sonríe, y aunque sé que estoy soñando y que ese momento perfecto debe ser imposible, también le sonrío.»

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