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Desde Rusia, sin amor

Mientras en los Juegos Olímpicos hay abrazos entre rusos y árabes, en el cielo sirio las nubes de la guerra disparan sus últimas lanzas. Un puñado de aviones rusos de combate despegaron de la base de Hamedan en Irán para lanzar un cúmulo de bombas sobre las provincias de Aleppo, Idlib y Deir al-Zour, al norte de Siria, cerca de la frontera con Turquía. Las informaciones preliminares hablan de 27 civiles muertos.

Los bombardeos se inscriben en la convulsionada región gobernada por el Estado Islámico, un grupo terrorista que se ha dado el lujo de haber atacado a todo el mundo. Es la primera vez que Rusia utiliza el territorio de Irán para llevar a cabo sus ataques, y todo indica que el amplio frente contra el Estado Islámico cerrará filas para aislar al grupo terrorista. El frente es un conglomerado de países muy disímbolos, que agrupa desde el dictador de Siria hasta los ayatolas de Irán, y sorpresivamente a Rusia y su viejo rival Estados Unidos. Aunque la Casa Blanca no se ha pronunciado sobre los recientes bombardeos, la existencia del enemigo común garantiza que los avala.

Solo la organización de Human Right Watch ha condenado los ataques, ya que -según afirma- incluyeron bombas incendiarias.

Todo indica que habrá un repliegue del Estado Islámico en tierra, mientras el grupo planea vengarse a través de nuevos ataques terroristas. Así se completa el círculo vicioso que envuelve a una parte cada vez más grande del mundo.

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