En el ataque al Museo del Bardo -que ha dejado 23 muertos y más de 40 heridos-, se expresa brutalmente la encrucijada de ese pequeño país árabe. Túnez ha sido el único país que ha salido airoso después de ser el primero que experimentó la llamada «Primavera Árabe» en 2011.
A finales de 2010, la inmolación de un pobre vendedor de frutas desató la ira popular que derrocó al dictador Zine el Abidine Ben Ali, y el proceso que siguió tuvo un momento culminante con las elecciones recientes. El pasado mes de diciembre surgió de las urnas un gobierno laico e incluyente, que presenta a varios grupos de islamistas moderados.
Sin embargo, Túnez es la principal cantera que alimenta al Estado Islámico, y el terrorismo ha puesto en la mira a la naciente democracia. Por eso el ataque inicial de los terroristas fue contra el Parlamento.
Ante las amenazas, el pueblo tunecino no se deja. La Ministra de Cultura ha prometido la reapertura del museo la semana próxima, y una marcha multitudinaria en las calles de Túnez hizo eco de la consigna: «Guerra al terrorismo».